Se cuenta que un día el Buda viajando de un pueblo a otro, atravesó un riachuelo con sus discípulos. Era un día caluroso y después de caminar un buen rato se dirigió a un joven discípulo y le pidió que le trajera agua para beber del riachuelo que habían atravesado hacia un tiempo. El discípulo le contesto que el agua estaría sucia, revuelta por el fango y el Buda lo insto a que fuera de todas formas. Cuando el joven llego al arroyo vio que el agua estaba clara, transparente, que el fango se había depositado y se la llevo al Buda. Este la bebió y le dijo: “El agua del arroyo es como la mente, cuando pasamos un tiempo meditando, tranquilizando la mente , esta se vuelve como el arroyo, cristalina y limpia”.
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